La palabra está viva cuando expresa un
pensamiento nuevo. Uno puede llenar libros enteros con palabras hueras cuya
única finalidad es ser reconocido y aceptado por sus pares. El ensayo, en ese
caso, será una repetición de todas las ideas en boga, con ínfimas variaciones:
aburrimiento garantizado.
Quizá sólo debamos pedir al escritor un
pensamiento vivaz, aunque sus ideas generen más cuestionamientos y dudas que
seguridades. Eso encuentro yo en Montaigne, en Borges: un pensamiento vivo. Eso
mismo he querido mostrar aquí: mi pensamiento al desnudo, sobre aquellos problemas
que han desafiado mi comprensión. La evolución espiral de la humanidad, los
prodigios y señales del destino, el abismo del bien y del mal, las influencias
invisibles en nuestra vida; he aquí las constantes rectoras de este libro.
Bien dijo Borges que uno no debe buscar
temas, sino que éstos lo encuentran a uno. Deseo que encuentren también al
lector, inspirándole la misma perplejidad y asombro que a mí, pero también una
visión más profunda de la vida, nuevas ideas y nuevas reflexiones.
Una dimensión espiritual quiere hacerse
presente a través de estos escritos, como un mar invisible cuyas ondas surcan y
entrecruzan la realidad.