Lo sobrenatural no se limita al terreno
literario, ni a los casos famosos. Cada uno tiene su cuota de vivencias
inquietantes; porque lo invisible siempre genera incertidumbre y temor, aún en
sus manifestaciones más prosaicas. Por eso los rituales supersticiosos
provenientes de un tiempo inmemorial, ellos son un intento de controlar a los
dioses sin rostro, cuyo capricho puede hacer feliz o arruinar a un hombre. He
consagrado un breve ensayo a los fetiches y amuletos inventados por los pueblos
del mundo para invocar, conjurar, en fin, dominar las fuerzas ocultas, y así
atraerse la prosperidad y la buena fortuna. La efectividad de tales prácticas
es más bien dudosa; pero nadie puede afirmar su inocuidad absoluta.
Ahora sin embargo deseo narrar algunos casos
donde lo sobrenatural me ha tocado de cerca. Tal vez no resulten muy
espectaculares, pero tienen para mí el mérito de lo verdadero. Agrego algunos
comentarios o glosas, aunque las explicaciones falten:
Testimonio 1
Me han otorgado una beca para estudiar Literatura
Hispanoamericana en Bogotá. No hay
tiempo para cambiar a los niños de colegio, pues perderían la escolaridad, de
modo que mi mujer se queda en Buenos Aires.
Ahora estamos los
dos cenando en un bonito restaurante, es nuestro aniversario y despedida al
mismo tiempo. Mantenemos el ánimo, pese a la angustia de la próxima separación.
A fin de cuentas, podremos vernos a mediados de año, cuando ella viaje con los niños a visitarme por un mes. Mientras esperamos la
comida, una araña se descuelga del techo, y queda suspendida entre ambos. Cada
uno piensa en las oportunidades de aventura que se le presentarán durante el
año...
Comentario. Según la opinión más extendida, la araña
simboliza la traición. Y casi nos sepulta en su trampa, aunque nuestro amor
pudo salvar la pareja al final de la aventura.
Testimonio 2
Un buen negocio se presenta en la oficina. Ya
casi he concretado la operación que me reportará jugosos dividendos. Antes de
firmar, viajo a la costa para Semana Santa. En mi pequeña casa de las afueras,
un grillo verde se cuela desde el jardín, y pasa adentro toda la noche. A la
vuelta, firmo el contrato y cobro una
jugosa comisión.
Meses después, tengo una oportunidad
similar, y otro grillo verde hace su aparición, ahora dentro de mi departamento
porteño. Yo auguro una nueva ganancia, pero el negocio se deshace y no gano un
peso.
Comentario. Los grillos verdes traen plata, según la superstición. Mi
experiencia lo confirma y lo desmiente al mismo tiempo. Aparentemente, esos
insectos son atraídos por el dinero, o por la sola posibilidad de ganarlo. De
modo que su presencia puede ser engañosa, un simple cumplimiento simbólico de
mis expectativas, aunque éstas no se verifiquen luego en la realidad.
Testimonio
3
Al
entrar a casa, me cagó una paloma. Antes había pisado una caca grande de perro,
y esa noche, el gato se hizo encima en mi propia cama. Esperaba grandes
ganancias ese día, pero no cobré nada. Sin embargo, en otra ocasión no fue así,
la mierda presagió un aluvión de plata.
Comentario.
No confiéis en los augurios, sino en vuestro brazo. Pero al mismo tiempo,
tomadlos en cuenta.
Testimonio
4
Durante
años, tuve la idea de escribir una leyenda en verso sobre una dinastía oculta
de reyes patagónicos. El protagonista era un muchacho destinado a encontrar la
corona real tras una cabalgata interminable por las playas del sur, a lomos de
un caballo blanco. El poema –inasible y ligero como una pluma- flotaba en mi
mente, pero me era imposible trasladarlo al papel. Un verano, sin embargo,
ocurrió un prodigio: las nubes cobraron la forma de un caballo blanco,
galopando en el cielo. Solo yo lo vi, y me dije: ahora es el momento de
componer el poema, la inspiración no me fallará. En efecto, los versos
comenzaron a surgir como una catarata de imágenes deslumbrantes, en dos meses
estaba listo el poema. Yo estaba maravillado, pues comprendía que mi
imaginación podía modelar la sustancia del mundo: el legendario caballo blanco
había invadido la realidad.
Comentario.
Cada quien tiene sus preferencias en materia de símbolos, y esas preferencias
ya denotan el significado que el símbolo tiene para esa persona. Para mí, el
caballo blanco representa la inspiración. Su aparición señala el momento cuando
las ideas poéticas han madurado en mi mente, y están listas para ser
expresadas. Ondear de crines al viento, galope sin freno por rumbos nuevos...
así corre la pluma, impelida por un fuego interior, descubriendo mundos
vírgenes.
Testimonio
5
Cierto
verano hubo en la playa un amontonamiento de gente cerca nuestro. Me acerqué
por curiosidad, y descubrí la causa del revuelo: un pequeño lobo marino había
salido a la orilla, y ahora miraba desconcertado al gentío. Yo me paré justo
enfrente suyo, entonces el lobito me saludó con un berrido y se volvió al mar.
Ese año gané la corona del poeta en el festival galés, y viajé a Chubut para
recibirla. Durante mi estadía en el sur vi cientos de lobos marinos, la
presencia de uno de ellos en las playas del Tuyú había sido un preanuncio del
premio.
Comentario. Años
después apareció en la misma playa un lobo marino muerto, con la cabeza
arrancada por una orca o un tiburón. Lo tomé como mal presagio, y
efectivamente, la novela que había enviado a un concurso literario fue pasada
en silencio por el jurado.
Las experiencias
descriptas muestran correspondencias reconocidas por la superstición
tradicional: araña=traición, caballo blanco=inspiración, peces=dinero...
¿Estamos frente a un lenguaje universal? Y aunque a veces estos seres
simbolicen otra cosa, ello no anula su valor de signos, pues las palabras
también son polivalentes, denotando uno u otro significado de acuerdo al
contexto donde se encuentren.
Luego los símbolos pueden mentir, como lo
hace el lenguaje humano. Y de hecho mienten con frecuencia, presagiando sucesos
que luego no se cumplen... pero el lenguaje de los signos persiste. No debe
negársele existencia, sino confiabilidad.
¿Quién
nos habla?
Es inevitable la pregunta, cuando uno trata
acerca de las señales del destino. Porque es evidente una intencionalidad en
estas señales, nos están avisando de algo que va a ocurrir. Pero ¿quién nos
avisa, y porqué? Alguien nos habla mediante el lenguaje de los símbolos, pero
nadie sabe quién o qué es. Algunos lo llaman el lenguaje de Dios. Puede ser,
pero ¿Dios se molesta en avisarme a través de un pescado, o de un grillo verde,
que voy a ganar dinero? Lo dudo.
En su libro “Sincro-destino”, Deepak Chopra
distingue entre el yo circunscripto al cuerpo y la conciencia de una persona, y
el yo no circunscripto, el cual se comunica con el todo. Los seres humanos
seríamos como olas en el mar; la ola es nuestra individualidad, pero está
comunicada con el resto del océano, pues forma parte de él. Sirviéndonos de
este concepto, podemos suponer que las señales provienen del yo no
circunscripto, fundido con todos los seres vivos; y se dirigen al yo individual
o circunscripto, para avisarle de algún suceso importante en su vida. De este
modo, se comprende que los signos puedan referirse a cuestiones estrictamente
personales, sin necesidad de suponer que Dios se ocupa de nuestros asuntos.
El signo surge de lo profundo de nuestra
comunicación con el universo, manifestándose ante nuestra conciencia
individual, que busca comprenderlo. Es el libro de nuestra propia vida que
leemos en los símbolos del cosmos, sobrecogidos por el misterio.
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